COCODRILOS IV
Olga A. de Linares
Lo que no podía aguantar del cocodrilo que tenía en el bolsillo, era su sentimentalismo hipócrita.
No se trataba solamente de que, con sus interminables llantos digestivos, le empapara el bolsillo izquierdo del saco, pierna y pantalón del mismo lado, más la media y zapato correspondientes.
Lo peor era que, en consecuencia, lo obligaba a caminar produciendo un chapoteo incómodo y desparejo, entre las miradas suspicaces y risueñas de la gente.
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