Bajo la luz mortecina del salón, Johnny Carson limpia maniáticamente la barra del bar. Con frecuencia, para preparar su trago favorito, sacude la coctelera como quien realiza un acto de magia. El brillo reflejado en el metal hiere unas pocas retinas; después de las tres, sólo quedan las caras de siempre, ambarinas, hinchadas por el alcohol.
Roberto se acerca a la barra; no es uno de los parroquianos habituales del lugar. Johnny le ofrece su mejor trago. —Un Súper Johnny —le sugiere.
Roberto lo mira y le contesta con incredulidad: —Yo solo bebo aguafuerte.
1 comentario:
Me gustó este encuentro, Liliana.
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