Cuando el Minotauro vio el fuego que venía del cielo no supo si correr o quedarse allí, frente a su espejo.
El niño Borges que había olvidado la lupa inclinada corrió y salvó lo que pudo del laberinto. Reconstruyó los muros y dibujó también una acequia por si sucedía otro accidente. El resultado fue caótico. En un ataque de ira corrió a la cima más alta y puso la lupa entre el laberinto y el sol del mediodía.
Al otro lado, el resplandor quemaba las alas de Ícaro.
2 comentarios:
¡Me encantó, Roberto! ¡Qué buena reunión armaste!
¡Le rompiste la casa a Asterión!
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