TIERRA ARRASADA
Ariel Ledesma Becerra
Fría noche de 1990.
De pronto, un crujido en la silla que está frente al escritorio presidencial, la que siempre ocupan los que vienen a charlar con él.
El Eternauta se materializa en el asiento y le cuenta hasta el amanecer la terrible invasión que se viene en apenas diez años.
El presidente se acaricia las patillas y le sonríe.
—No te preocupes, Juancito. Vamos a hacer como nuestros hermanos jujeños en la Guerra de Independencia. Nada les va a quedar a los invasores. Ni creo que se molesten en venir.
¡Será posible!
2 comentarios:
Muy bueno el cuentito. Eso sí: no tan bueno como el que el patilludo nos hizo a nosotros (bah, yo era un pibe) en los noventa.
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