UN CIERTO SABOR EN LA LENGUA
Cristian Mitelman
Todas las mañanas, cuando despierto, encuentro a los pies de mi cama una inmensa araña muerta. Me he pasado días buscando en qué sitio pueden congregarse las arañas, pero no hallé restos de tela en esos cuadrantes donde limitan las paredes con el techo. El sótano guarda una limpieza ejemplar. En vano he recorrido la casa cientos de veces.
Por las noches siento una molestia: una especie de movimiento que brota del pecho y que luego se deposita en la lengua. Sin embargo, siempre logro dormirme.
Al otro día, invariablemente, vuelve a aparecer esa ofrenda muerta, con las patas agarrotadas y esos ínfimos pelillos humedecidos por la saliva.
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