—Soy un hombre solitario, triste.
Lo era, sin duda. Lucía mustio y ajado, pero sólo suscitaba una pena nimia, casi escuálida, no más.
—Lo que me pide —le dije—, en el caso de que yo fuera capaz de hacerlo, no garantiza nada; algunos estados son demasiado profundos, preceptivos.
Mientras yo hablaba y lo observaba, se convirtió en mujer, una mujer marchita, claro.
—Usted tiene poder —dijo. Su escote generoso dejaba a la vista unos senos blancos y firmes, pero como todo en ella, eran casi anodinos, no lograban despertar el interés.
—Puro ilusionismo —repliqué—; nada que sirva. —Entonces se transformó en un pájaro de plumaje gris y emitió un sonido que trató de ser canto y fue graznido. Cuando comprendió que había perdido el lenguaje humano usó la telepatía.
—Es mi última posibilidad.
—¡Quédese quieto! Ni siquiera logro describirlo adecuadamente.
Lo era, sin duda. Lucía mustio y ajado, pero sólo suscitaba una pena nimia, casi escuálida, no más.
—Lo que me pide —le dije—, en el caso de que yo fuera capaz de hacerlo, no garantiza nada; algunos estados son demasiado profundos, preceptivos.
Mientras yo hablaba y lo observaba, se convirtió en mujer, una mujer marchita, claro.
—Usted tiene poder —dijo. Su escote generoso dejaba a la vista unos senos blancos y firmes, pero como todo en ella, eran casi anodinos, no lograban despertar el interés.
—Puro ilusionismo —repliqué—; nada que sirva. —Entonces se transformó en un pájaro de plumaje gris y emitió un sonido que trató de ser canto y fue graznido. Cuando comprendió que había perdido el lenguaje humano usó la telepatía.
—Es mi última posibilidad.
—¡Quédese quieto! Ni siquiera logro describirlo adecuadamente.
2 comentarios:
Espectacular. Las apariencias no cambian la esencia...
¡Ovidio no lo hubiera podido hacer mejor! Y qué carácter el interlocutor, no se deja llevar por la lujuria...
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