lunes, 30 de junio de 2008

El castaño - Aleida Galmiche


EL CASTAÑO
Aleida Galmiche

Trepé al castaño y observé sin pestañear. Aurora se desnudaba; se asumió sola, ignoraba mi irrupción. Al otro día, como siempre, la vi en la escuela, indiferente e ignorante de mi nuevo conocimiento sobre ella. Llegó la tarde y el castaño me guiñó de nuevo, viejo compañero de juegos que ahora me enseñaba los primeros signos del alfabeto erótico. Aurora no apareció, la casa muda y oscura añoraba su presencia, yo también. Aurora no volvió a mostrarse a mis importunos ojos. El lunes en la escuela supe que murió, tratando de verme por la ventana, trepada en nuestro castaño.

Malus – Sergio Gaut vel Hartman


MALUS
Sergio Gaut vel Hartman

Se produjo un chirrido, como el que hace una puerta que gira sobre bisagras oxidadas; luego un soplido que creció en intensidad y se apagó con rudeza. La niebla azulada que rodeaba la cabeza comenzó a disiparse y la mente más poderosa de todos los tiempos me enfrentó con la misma arrogancia de siempre.
—No te daremos un cuerpo —dije—; serías inmanejable.
—Lo soy, de todos modos. —Me contempló sin parpadear.
—Vamos a destruirte.
—Lo sé.
—¿No previste nada?
Rió sin dejar de mirarme. —¡Por supuesto! Viajé al pasado y sembré la semilla de la destrucción de tu especie. Están liquidados.
—No —repliqué desafiante. Acerqué la manzana a mi boca, y mordí.

Idilio 4 - José Vicente Ortuño


IDILIO 4
José Vicente Ortuño

Una mañana me desperté y encontré a Vincent van Gogh en el lugar de mi esposa.
—¿Oiga, qué hace usted en mi cama? —le pregunté furioso.
—Me he escapado del sanatorio de Saint-Rémy-de-Provence —explicó él.
—¡Pues por mí como si le operan! —exclamé colérico.
—Ya me operé yo —dijo el pintor señalándose la no-oreja derecha.
—¿Sabe? El muñón de su oreja me da asco —añadí y le vomité a la cara.

Consulta improvisada - Jacques Fuentealba


CONSULTA IMPROVISADA
Jacques Fuentealba

—Ya no logro sentirme vivo, doctor. Veo la vida en negro, tengo un gusto a ceniza en la boca…
—No soy psi, gilipollas —tajó el sepultero dando un fuerte palazo en la cabeza del zombi para que se quede tranquilo.

La imposibilidad de ser organizado - Saurio


LA IMPOSIBILIDAD DE SER ORGANIZADO
Saurio

Si hay algo que a mí no me sirve para nada son las agendas. Necesitaría algo que me recordase anotar las cosas en ellas, necesitaría algo que me recordase fijarme con suficiente anticipación en la agenda para que las cosas no se me pasen por alto y necesitaría algo que me recordase hacerle caso a lo que anoté en la agenda. O sea, necesitaría otras tres agendas más, además de la original. Pero cada una de estas agendas suplementarias necesitaría a su vez otras tres agendas suplementarias, y así sucesivamente. Es decir, para un evento que ocurrirá dentro de 24 horas exactas yo necesitaría estar cargando más de doscientos ochenta y dos mil cuatrocientas treinta millones de agendas. Es como un poco mucho, vio, para alguien con tan pocos compromisos como yo.

Y siguen… — Eduardo M. Laens Aguiar


Y SIGUEN...
Eduardo M. Laens Aguiar

Los de la Asociación Misógina de Sodomizadores de Alfalfa estaban de un lado de la plaza, armados con palos, latas y burletes de goma eva. A menos de cien metros, los del Sindicato Híbrido de Choferes de Teleféricos y Afines proferían gritos de guerra mientras convertían baldosas en municiones.
En su sillón de oro, frente al plasma de 42’, el Mago de Oz aguardaba la inminente batalla entre los suyos y la oposición. ¿El enfrentamiento terminaría antes del mediodía? Tenía ganas de jugar al golf.
Como al cabo de unos minutos la cosa no pasaba de insultos y arengas, puso Gran Hermano; le intrigaba saber quién sería el próximo en irse de la casa.

Problema - François Schnebelen


PROBLEMA
François Schnebelen


Hans, el asesino serial, acababa de liquidar a su décima víctima: una mujer misteriosa que había atraído su curiosidad en cuanto la vio. Ya en la bodega, Hans la estranguló y la desvistió antes de empezar la disección y la clasificación de cada órgano sobre las diferentes estanterías.
El cuerpo liso, sin pecho sin ombligo, lo desconcertó. Se dijo que allí había un problema. Un golpe de escalpelo y la extraña disposición interna apareció ante él. Entonces se corrigió: era un gran problema.
Luego, la supuesta muerta abrió los ojos y Hans lo interpretó como un problema enorme.
Pero cuando ella estiró la larga lengua y mostró unos dientes impresionantes, Hans llegó al colmo de sus problemas.

Título original: Problème
Traducción del francés: GvH

Cielo antiguo - Blas Andrés Bigatti


CIELO ANTIGUO
Blas Andrés Bigatti

Cuentan las cosmogonías que Antes el cielo era oscuro y ausente. Hasta el día en que los dioses hubieron de emigrar de la Tierra y aparearse en cualquier lado, manchando las sábanas del firmamento con su pegatina estelar.

Ilustrado por el autor.

Máquina - Héctor Ranea


MÁQUINA
Héctor Ranea

Declaro bajo juramento que el señor Wells dejó su máquina intacta en el apartamento que me renta en East London. También declaro que nadie entró a sus aposentos en los últimos dos años pues nadie más que yo poseía el código secreto para hacerlo. Por lo tanto, sólo me queda conjeturar que el huevo de dinosaurio que hizo eclosión en tal lugar, tiene que ver con las artes ocultas que este señor, en violación a nuestros acuerdos previos, practicaba por esos años. ¿O sigue haciéndolo, válgame el cielo?

Peligros - Olga A. de Linares


PELIGROS
Olga A. de Linares

La gitana le había dicho que debía cuidarse del líquido elemento, que podría resultarle mortal.
Así que toda su vida rehusó acercarse siquiera a ríos, arroyos, lagunas, incluso zanjas y acequias le hacían retroceder, temeroso de quién sabe que eventualidades.
Tampoco quiso volar. ¿Acaso los aviones no pasaban sobre mares y lagos?
¡No, él era un hombre cuidadoso, y no iba a permitir que una distracción lo enfrentara a la acuática amenaza, suspendida sobre él como la famosa espada de Damocles!
Lo único que no fue capaz de evitar ni prever era que terminaría ahogándose en un vaso de agua.

Historia del jazz, volumen 2 - David Vivancos Allepuz


HISTORIA DEL JAZZ, VOLUMEN 2
David Vivancos Allepuz

Leo en un periódico que Jim Morrison vive. El músico posa para el reportaje con uno de sus imposibles trajes blancos de Las Vegas, medio de espaldas, y se aprecia en todo su esplendor el águila de pedrería de la capita. Según informa el rotativo, vive en un destartalado pesquero varado en Almuñécar y declara no añorar para nada la fama. Reconoce, eso sí, haberse animado a interpretar el himno norteamericano tocando la guitarra con los dientes, como solía hacer en los años sesenta, en alguna juerga flamenca organizada por los gitanos en la playa. Ni una mención sobre cómo sobrevivió a los cinco tiros que le descerrajaron frente al edificio Dakota.

El endriago - Lucía Coria


EL ENDRIAGO
Lucía Coria

Sodoma, Gomorra y todos sus descarriados habitantes arden por los cuatro costados. Mientras Lot, su familia y unos pocos justos escapan. Entre éstos, está Marilyn Monroe.
El viejo patriarca, tiene una oreja extra que escucha sus pensamientos y a su vez le introduce ideas en ellos.
—Oh, el endriago viene tras nuestro —dice en voz alta.
—¿Qué es un endriago? —dice su mujer y se vuelve a mirar.
Inmediatamente se transforma en horrible estatua de sal.
Lot abraza a Marilyn agradecido de su oreja extra.

domingo, 29 de junio de 2008

Arcana - Matias Gastaldi


ARCANA
Matias Gastaldi

La nave se posa sobre la superficie. La escotilla se abre para permitir que los tripulantes desciendan una vez más sobre un paisaje desconocido. Buscan huellas del pasado como último ejercicio de la memoria. Caminan entre la vegetación. “Un planeta muerto más…” un pensamiento que suena a resignación.
Entran en la caverna, dejando atrás el cielo apenas celeste. Las luces se encienden abatiendo la oscuridad. Una de las paredes se encuentra saturada de inscripciones.
—Necesitaremos un traductor —comenta alguien mientras registran los extraños signos—. Posiblemente sean rastros de una civilización perdida.
Las imágenes son analizadas, pero sólo revelan signos incoherentes, combinaciones que se repiten hasta llenar toda la pared: 11-S, 11-M, 18-J, 12-D, 21-F, 17-O…

Interrogatorio – Sergio Gaut vel Hartman


INTERROGATORIO
Sergio Gaut vel Hartman

—Medicina “integrativa”, ¿sabe qué es?
—No. ¿Debería? —La Muerte no paraba de hacer preguntas estúpidas.
—¿Vio El ángel exterminador?
Nunca le había gustado Buñuel, pero por lo menos salían de la sanación y el bandolerismo místico. —¡Claro! ¿Cuántas preguntas faltan?
—Setenta —respondió la Muerte con el tono de un empleado de rentas.
—Muchas más de las que soporta esta microficción —se rió Bergman.
—¿Perdón? —El desconcierto arrasó el bello rostro de la Enviada—. ¿De qué habla?
—Esto es una ficción, Señora. No juego nada: menos que vivo, mucho más que muerto.
—¿Se está burlando de mí?
—No, por supuesto, pero es a mí y no a usted a quien el autor está homenajeando, ¿comprende?

El regreso - José Vicente Ortuño


EL REGRESO
José Vicente Ortuño

Valía la pena renunciar a mi familia, mis amigos y mi hogar. Soportar los experimentos y la agonía de separarme de mi cuerpo. Sufrir un dolor insoportable, cuando conectaron mi cerebro al sistema nervioso de una nave estelar de un millón de toneladas. Y padecer la soledad del viaje de cincuenta años hasta Próxima Centauri.
Valió la pena porque estoy de regreso y traigo buenas noticias: encontré un planeta habitable, un paraíso virgen. Sin embargo, al cruzar la órbita de Marte, he contemplado cómo un asteroide errante destruía la Tierra.
Ya no tengo donde regresar. Soy una nave y me resulta imposible llorar, sólo me resta contemplar la belleza del universo, durante toda la eternidad.

Contrarreloj - Liliana Savoia


CONTRARRELOJ
Liliana Savoia

Extraña en el tumulto, rodeada de seres distantes, miraba el entorno como un paisaje desconocido Sobre sus miradas indiferentes divisaba otra realidad, su realidad. La agitación callejera le era por primera vez ajena. Ella, siempre tan apurada, a contrarreloj, consciente de la inconsciencia, sólo viviendo el tiempo, no el que se va sin atrapar, no el del cotidiano devenir. No: el Tiempo. Su verdad profunda y esencial. Su caducidad perecedera, inmutable, aterradora. El tiempo de la vida hacia la muerte. Su mente repetía la noticia sin descanso, Ni las aves, ni los colores, ni los recuerdos. Nada. Sólo el tiempo en su límite, marcada, condenada por la temida noticia: dos meses, a lo sumo tres…

Juegos - Jacques Fuentealba


JUEGOS
Jacques Fuentealba

—Víctor, Alberto —gritó la abuela en su silla de ruedas abajo de la escalera—. ¿Que están haciendo todavía en el sótano?
—Nada, abuelita, estamos jugando —dijo Albert.
—Jugamos —confirmó su hermano.
—¿Crees que va a funcionar? —murmuró Víctor.
—Pues... sí.
—¿Estás seguro?
—Eh... Sí, sí. No veo por qué no.
Empezaron a leer las fórmulas que habían descubierto en ese supuesto libro de brujería, un viejo libro polvoriento en realidad, encontrado entre las antiguallas que su abuela conservaba allí desde la muerte de su marido.
Un instante después, la Tierra se transformó en una bola de fuego incandescente. Por desgracia sólo los escasos ocupantes de las estaciones espaciales pudieron admirar el espectáculo.

El primer día - Southeast Jones


EL PRIMER DÍA
Southeast Jones

—… que después de la creación de un micro agujero negro y la perspectiva de tener en lo sucesivo una fuente de energía inagotable, ¡el experimento “Big Bang” ha sido un éxito!
—Profesor, debería venir a ver; pasa algo.
Lotz depositó sus anteojos sobre la mesa mientras el intrigado comité de científicos interrumpía sus aplausos.
—Soy indispensable —soltó él sonriendo.
Treinta pisos más bajos cundía el pánico.
—¿Qué pasa?
—El objeto no se disipó —señaló un ingeniero—. De esto hace más de dos horas.
—¡Imposible! El más grande existió sólo catorce minutos. ¿Usted lo analizó?
—Podríamos decir que es un universo en miniatura.
—¡Sea más preciso!
—Es un universo y, ¡Dios!, se está expandiendo.

Título original: Le premier jour
Traducción del francés: GvH

Tubinga – Pablo Valle


TUBINGA
Pablo Valle

En sueños, entro a la casa donde Hölderlin vivió sus últimos años. Conozco el exterior sólo por fotos, pero la reconozco como si alguna vez hubiera estado allí. Desde una ventana de la torre, puedo ver el río Neckar. Estoy solo, pero siento en todo momento una presencia. Algo me lleva hacia una grieta en la pared. Rasco con las uñas y enseguida doy con un papel arrugado, amarillento. Por supuesto, se trata de un poema. Yo apenas leo alemán, pero en el sueño entiendo perfectamente lo que dice. Ahora, cuando me creo despierto, sólo recuerdo algo sobre el fin de la primavera y el regreso de los dioses. O quizás (ojalá) sea al revés.

Atesoro mis recuerdos bajo el colchón - Saurio


ATESORO MIS RECUERDOS BAJO EL COLCHÓN
Saurio

Yo en los bancos no confío. En las sillas sí, porque tienen respaldo. Los futones son jodidos, porque en cualquier momento te hacen la cama. Los pufs me hartaron y los almohadones no son ni chicha ni limonada: son almohadones. Algo que hay que tener muy en cuenta, porque tampoco es cuestión de estar acalorado, tener sed, creer que se está sirviendo un vaso de limonada bien helada y resulta que en realidad es un almohadón y uno termina con la goma espuma atragantada en el gañote. Por eso yo siempre digo, mejor culo en mano que asiento volando.

Ucronía y misterio 1 - Pablo Contursi


UCRONÍA Y MISTERIO 1
Pablo Contursi

—No es posible que los dos seamos personas reales.
—Y si sólo uno de nosotros es real, ¡el otro es una alucinación!
—Puesto que es imposible que ambos seamos alucinaciones, ¿no?
—De acuerdo. Una alucinación no puede ser causada por una mente imaginaria: debe ser producida por una mente real.
—¿Cómo me dijiste que te llamabas?
—Napoleón Bonaparte. ¿Vos quién sos?
—Fredric Brown. Che, me gustaría saber por qué nos encerraron juntos en este manicomio.
—¿Manicomio? A mí me parece que es una prisión.
—¿Quién nosotros dos es el loco?
—¿Y quién es el inexistente?

El escultor - Adriana Alarco de Zadra


Después de quitar el mármol que sobraba alrededor de la Desesperación y del Pensamiento, Rodin esculpió a Eva y se enamoró de ella. Antes, había deseado a Danaide pero luego descubrió a Eva en la piedra. La abrazó, la acarició y la amó con pasión.
Era arisca pero Rodin se repetía: no hay infidelidad en la belleza sino en los ojos de quien la mira. Y la metió a su cama.
Al día siguiente, el artista estaba inmóvil con los ojos fijos en el vacío.
Eva se levantó, exhausta de su primera noche de vida y, a paso lento, salió de los aposentos y se refugió en lo que quiso llamar, el Paraíso Terrenal.

Sobre la autora: Adriana Alarco de Zadra

Relatividades - Olga A. de Linares


RELATIVIDADES
Olga A. de Linares

Me gusta la noche. Porque, a estas horas, los hombres no interfieren en mis asuntos.
Suelen ser un peligro, casi siempre por culpa de sus mujeres. ¿Por qué ellas son así conmigo? ¡Vaya uno a saber! Solo muy de vez en cuando alguna rompe la tradición y reacciona distinto ¡Raras excepciones!
En estos paseos nocturnos sólo temo encontrarme algún criminal que acabe con mi pobre vida.
Si lo viera venir, sé que podría ponerme a salvo... Soy muy veloz, ¡sobre todo si es para sobrevivir!
Pero a los voladores... ¡es más difícil detectarlos a tiempo! Silenciosos, mortales... Búhos, lechuzas... ¡me aterran!
¿Que temerles es una estupidez?
¡Cómo se ve que usted no es un ratón!

Última noticia inútil - Héctor Ranea


ÚLTIMA NOTICIA INÚTIL
Héctor Ranea

La Iglesia Católica de Roma acaba de comunicar que pagará a los deudos de Bruno por haberlo torturado, denigrado, quemado vivo, por sostener lo que ahora es la doctrina de esta rara Iglesia: de que puedan existir mundos habitados es una necesidad, de lo contrario —dijo el cardenal— se pondría límites a la omnipotencia divina. Que es la frase por la que fuera condenado Giordano a la hoguera. Esa reparación ocurrirá la mañana del 17 de febrero. A la noche, los cardenales pedirán perdón por ése y los demás pecados aún no reconocidos.

Idilio 3 - José Vicente Ortuño


IDILIO 3
José Vicente Ortuño

Una mañana me desperté y encontré un futbolista famoso en lugar de mi esposa.
—¿Oiga, qué hace usted en mi cama? —le pregunté exasperado.
—No me hable así, que soy un “galáctico” —dijo el balompedista.
—¡Pues por mí como si le operan! —exclamé yo.
—No, gracias, ya me operaron —dijo dejando al descubierto sus nalgas, retocadas quirúrgicamente.
—¿Sabe? Su culo me da asco —añadí y le vomité en el trasero.

Una historia casi increíble – Sergio Gaut vel Hartman


UNA HISTORIA CASI INCREÍBLE
Sergio Gaut vel Hartman

Decía tener un oído superlativo, cósmico, absoluto.
—La nínfula del cuarto se peleó con el novio.
—No oigo nada.
—Se toca. Se... autosatisface.
—¡Estamos en el décimo piso!
—Un cartonero acaba de cortarse con un vidrio oculto en la basura. —Y el grito llega desde la calle, reptando por los muros.
—No es posible.
—Llueve en Pergamino.
—Lo dijo la tele.
—¡Oigo la lluvia, imbécil!
—Es un truco —digo, abrumado.
—No, no lo es. Tu corazón acaba de detenerse.
¡Maldición! ¡Es cierto!

Solitaria — Walter D. Böhmer


SOLITARIA
Walter D. Böhmer

Desde que había llegado al convento lo único que hacía era leer.
Desde que había descubierto que era leer, sufría.
Desde que había descubierto el sufrimiento, solo leía.
Apartada de todos, sólo era acompañada por el crujir de las viejas y húmedas maderas, el ulular de las palomas y el silencio de su corazón.
Hasta que descubrió que realmente estaba sola, sin hijos, ni marido, ni amigos, hermanos, ni padres.
Sola.
—No lo estás —dijo una voz entrando por el campanario como un haz de luz.
—¿Y tú quien eres? —dijo María.
—Soy Dios.
María miró el libro que tenía en su regazo, y alzó la vista.
—Sola —dijo, y la luz desapareció.

Esa música – Pablo Contursi


ESA MÚSICA
Pablo Contursi

Invierno en las montañas. Un frío de congelarse. Entre estación y estación, un joven se abre paso en el vagón repleto de personas, gallinas y chanchos. Nos obsequiará una canción típica —pienso—; una música que, hendida durante siglos en el silencio de los valles por la necesidad humana de lo estético, saldrá al encuentro de nuestros oídos como delicado pajarillo blanco que escapase desde una jaula de acero a la luz de la primavera luego de un chubasco tibio que perfumase las praderas y los arroyos con un arco iris de placidez. Pero algo en esos sonidos me inquieta un poco. Y luego entiendo: esa música suena como el orto.

sábado, 28 de junio de 2008

Obsesión - María del Pilar Jorge


OBSESIÓN
María del Pilar Jorge

Celina llega todas las noches. Serena, erguida, atraviesa la habitación con un candelabro en la mano. Luego, se asoma a la ventana y espera. Y yo espero con Celina. Esperamos, en un silencio hecho de murmullos del mar, un mar que avanza y empuja, estremeciendo las rocas. La contemplo, mientras ella permanece ahí, en esa quieta esperanza a la que se aferra. Ilumina la ventana, esperando el regreso de aquél que alguna vez se fue.
Inexorablemente, el primer reflejo del amanecer diluye al fantasma.

Experiencias vivenciales — Jordi Cebrián


EXPERIENCIAS VIVENCIALES
Jordi Cebrián

Recibió una invitación para realizar un curso de etnopsicología aplicada a reestructurar las reverberaciones cognitivas. La tontería era atrayente: pasar un fin de semana en una torre de la montaña, haciendo ejercicios de respiración, comiendo vegetariano, y escuchando disertar sobre experiencias estructurantes y hologénicas, lo que fuera que fuese aquello. La tarde del sábado ya estaban todos medio hipnotizados y con regresiones a la infancia. El domingo por la mañana recitaron mantras y por la tarde la profesora, en plena catarsis liberadora, les confesó entre lágrimas su homosexualidad. Saturado, decidió que el próximo fin de semana lo pasaría en casa.

Publicado en Cien Palabras
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Riesgo - Olga A. de Linares


RIESGO
Olga A. de Linares

Nunca jugó, por temor a ensuciarse o lastimarse.
Nunca se enamoró, por temor a que lo hicieran sufrir.
Nunca voló ni navegó, por temor a que el avión cayera o el barco naufragara.
Construyó un caparazón, invisible pero efectivo, para protegerse de todo.
El tiempo acarreó soledad y aburrimiento.
Vio pasar a la Muerte muchas veces. Pero ella nunca se le acercó.
Ya era muy viejo cuando decidió preguntarle si su hora estaba cerca.
Estaba solo, con frío, el cuerpo le dolía por todos los costados, y hacía mucho que nada parecía tener sentido.
La Muerte lo miró con sorpresa.
—No puedo llevarte —dijo—; solo vengo por los vivos...
Y partió, sola.

Celeste Aída - Héctor Ranea


CELESTE AÍDA
Héctor Ranea

Estábamos a orillas del canal recién abierto. Ella personificaría Aída en pocos días, en el estreno. Yo era un joven ingeniero con apenas una ópera escuchada en La Scala. Observaríamos el Sol surgiendo del mar Rojo la mañana siguiente. Esa noche ella cantó sólo para mí. Horas después, cuando apareció Venus en el cielo ya celeste, llegó Francesco Zappa y juntos se fueron, creo, volando.

Idilio 2 - José Vicente Ortuño


IDILIO 2
José Vicente Ortuño

—Doctor Freud, una mañana me desperté y encontré un ornitorrinco en lugar de mi esposa.
—¿Y qué fue de su cónyuge? —preguntó el psiquiatra.
—La semana pasada se fugó con Groucho Marx —respondí hastiado.
—¿Qué hizo usted con el animal? —volvió a preguntar el doctor.
—Fue sencillo, le pregunté insinuante: “¿Qué hace un peluche como tú en una cama como esta?” Él no respondió, pero me miró con ojos tiernos. Desde entonces mantenemos un apasionado idilio.
—Existen dos maneras de ser feliz en esta vida —dijo el psiquiatra—, una es hacerse el idiota y la otra serlo.
—¿Sabe? Su forma de pensar me da asco —añadí y le vomité en las barbas.

Los mejores – Sergio Gaut vel Hartman


LOS MEJORES
Sergio Gaut vel Hartman

—Pero ¿no somos los mejores? —dijo Freud.
—Somos —respondió Woody.
—Es demostrable, claro —terció Einstein.
—Popper diría que es falsable —se quejó Spinoza—: yo no.
—Es un problema material —sentenció Marx—; como tal debe ser resuelto.
—El secreto de la vida —dijo otro Marx, uno que no hacía un culto de la coherencia—, es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido.
—¡Mantened la cabeza fría siempre, hermanos! —intervino Moisés, a quien todos respetaban—. No adoremos becerros de oro.
—¿Y eso? —se encrespó Freud, harto del derrotismo del profeta—. Vamos últimos porque no tenemos gol y nuestro arquero es paralítico. ¿Quién habló de becerros?

Caballo imaginando a Dios – Augusto Monterroso


CABALLO IMAGINANDO A DIOS
Augusto Monterroso

A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros días el Caballo. Todo el mundo sabe —continuaba su razonamiento— que si los caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de jinete.

Extinción - Damián Cés


EXTINCIÓN
Damián Cés

—Tanta esperanza perdida, tanto dejar, para esto —musitaba Genomi, sentado en lo alto del acantilado con la mirada fija en el oscuro mar.
Los dos soles ya se escondían y varias bandadas surcaban los ocres del cielo, mezclando sus graznidos con el rítmico roce de las olas sobre las piedras.
—Esa será mi ultima canción, éste, mi ultimo paisaje —Genomi seguía hablando, aunque no tuviese interlocutor a la vista—. Cuando llegué al sistema solar, en busca del único planeta habitado por humanos, me dije: quedan pocas oportunidades, espero encontrarlos aún con vida. Pero al igual que aquí, hallé solo ruinas.
Genomi cerró los ojos. Acababa de decir sus últimas palabras, la humanidad, a nivel universal, también.

Sorario - Liliana Savoia


SORARIO
Liliana Savoia

El crudo aroma de la tinta fresca me trae a la memoria a Sorario, una ciudad de papel. Un caleidoscopio de letras, frases y metáforas. Un laberinto de páginas delicadamente resistentes. La alcaldesa del lugar vestía de luto de pies a cabeza, con un semblante de viuda joven que conmovía. Para llegar a ella había que atravesar una serpenteante muralla de libros. Cientos, miles de libros rescatados daban forma a las atalayas de Sorario, donde vigilantes, los ciudadanos rotaban por turno para custodiarla de posibles invasores.
Siempre estaban alerta de que pudieran volver los oscuros señores azulados. Esos, que cabalgaban caballos verdes, y cantaban himnos del Norte, porque siempre estaban ávidos de fogatas y de desapariciones

El collar que me compré — Jordi Cebrián


EL COLLAR QUE ME COMPRÉ
Jordi Cebrián

Al volver de vacaciones mis compañeros de trabajo observaron el collar que llevaba y dijeron que estaban de acuerdo conmigo. Yo lo compré porque era bonito, e ignoraba que tuviera significado alguno, así que sonreí estupidamente y al llegar a casa busqué por internet sin encontrar nada. Pero en la calle muchos se cruzan conmigo sonriendo de manera cómplice. Hoy, en el ascensor, una chica vió mi collar y me besó. "Yo también", me dijo, "yo también", y se fue sonriendo. Por la tarde un vecino bigotudo me hizo lo mismo. Estoy por dejar de llevarlo, pero es tan bonito...

Publicado en Cien Palabras
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Como peludo de regalo - Olga A. de Linares


COMO PELUDO DE REGALO
Olga A. de Linares

Yo era el taura más mentau del Bajo... A mí, ningún cajetilla me mojaba la oreja, y las percantas ¡se morían por este varón...!
Pero ahora... estoy hecho un calzonudo... Les bato la posta de lo que me anda pasando.
Mi santa viejecita, que velaba por mí desde el cielo, tuvo la pésima idea de volver al rioba...
¡No, qué camelo ni camelo!
¡Y como fantasma, juro por la que me alumbra, la finada está más pesada que nunca!
Todo el día con la persecuta: “¡Nene, no tomaste toda la sopa!”, “Pa’mí, te hace falta una purga”, “Llevate un saquito, por si refresca...”
¡Así no hay guapo que aguante!

La mancha voraz - Héctor Ranea


LA MANCHA VORAZ
Héctor Ranea

La mancha crecía a través de sus colores, devorándolo todo. Esos colores pálidos que la embellecían eran, en verdad, sus venenos. Era una sutil vela del espesor de una molécula empujada por el viento como las medusas gigantes. Se tragó al Pequod, luego al flipper del Capitán Nelson y siguió con ciudades y libros. Nadie entendió. Navegaron por encima de la mancha y, tal vez, sólo los más sensibles sintieron algún escozor en sus narices. De hecho, esta mancha parecía no tener otro efecto que detener un poco el tiempo y dárselos a los envenenados para tener en qué pensar. Lo que sigue es historia conocida: No lo usaron.

Idilio 1 - José Vicente Ortuño


IDILIO 1
José Vicente Ortuño

—Una mañana me desperté y maté un elefante en pijama. Me pregunto cómo pudo ponerse mi pijama —dijo Groucho Marx.
—¿Por qué no inició usted un devaneo amoroso con el paquidermo? —pregunté intrigada.
—Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros —respondió él.
—¡Insensible, podría haberle pedido matrimonio! —añadí furiosa.
—El matrimonio es una gran institución. Por supuesto, si te gusta vivir en una institución —sentenció Groucho.
—¡Usted es incapaz de sentir amor! —grité exasperada.
—Lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado —apostilló él.
Impresionada, mantuve un largo y apasionado idilio con Groucho.

Los perturbadores – Sergio Gaut vel Hartman


LOS PERTURBADORES
Sergio Gaut vel Hartman

Entre 1922 y 1928, a Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges se les ocurrió derrocar a Alvear y tomar el poder. No pensaron en formas directas o frontales, como amotinar a la tropa o envenenar la voluntad del populacho, sino más bien en procedimientos sutiles y elusivos, indirectos, como reemplazar por sal el azúcar de los bares, hacer livianas las cosas grandes y pesadísimas las pequeñas, burlar la expectativa de la gente mediante series de siete domingos y novecientos lunes y cosas por el estilo. Tuvieron éxito, por cierto, pero cuando eso sucedió la realidad estaba tan desquiciada que no servía para nada. Como eran geniales, la tiraron a la basura y construyeron ésta.

Así no era - Norman Mailer


ASÍ NO ERA
Norman Mailer

Al principio ella creyó que podría matarlo en tres días. Y casi lo logró. El corazón de él casi no pudo soportar los elogios de ella. Luego pensó que le llevaría tres semanas. Pero él sobrevivió. Entonces ella revisó sus cálculos, y fijó el plazo en tres meses. Al cabo de tres años, se casaron. Hace ya treinta años que están casados. La gente habla de ellos calurosamente. Se los conoce como el mejor matrimonio de la ciudad. Lo único malo es que se les mueren los hijos.

Convivencia - Mario Levrero


CONVIVENCIA
Mario Levrero

Los frascos da salsa Ketchup vienen con un tapón especial; luego de enroscarlo como cualquier tapón, es preciso hacer un pequeño esfuerzo para conseguir un giro más profundo que lo afirme. Esto es importante, porque el frasco debe sacudirse enérgicamente antes de utilizar la salsa o de lo contrario sólo saldría un líquido chirle en lugar de la salsa consistente. Pues bien, después de usar la salsa Ketchup, ella se limita a colocar el tapón, sin darle siquiera el primer giro normal como a cualquier tapón de rosca. Me pregunto si entre nosotros sería posible la convivencia.

¡Bum! - Patricia Oyola


¡BUM!
Patricia Oyola

“LOS ANGELES INK”.
Las cámaras se encienden. Kat comienza con el trabajo. Entra un hombre alto, delgado, de cierta edad. Se dirige a ella con un acento extraño y sus ojos claros la contemplan con gélida inocencia. Elije un sencillo tatuaje en blanco y negro: un rifle y un año, 1963.
—Una cuestión sentimental —dice lacónicamente. Kat trabaja en silencio y antes de que el hombre se retire, le pregunta su nombre. Al llegar a la puerta, él hace un ademán con los brazos, apunta a la cámara y, con una sonrisa, contesta:
—Lee... Lee Harvey Oswald… —y desaparece calle abajo.

La partida - Franz Kafka


LA PARTIDA
Franz Kafka

Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó:
—¿Adónde va el patrón?
—No lo sé —le dije—, simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta.
—¿Así que usted conoce su meta? —preguntó.
—Sí —repliqué—, te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta.

Muñecas suicidas - Jordi Cebrián


MUÑECAS SUICIDAS
Jordi Cebrián

Compré una preciosa colección de muñecas de porcelana, con sus vestidos exquisitos, sus originales sombreros, sus rostros únicos. Las puse en fila sobre sus soportes en lo alto de una estantería, y al día siguiente vi que una de ellas había caido, destrozándose. Comprobé que las demás permanecieran estables, pero por la mañana otras dos se habían suicidado. Intenté afianzarlas con alambres, pero fue inútil. Ya sólo me quedan dos. Esta tarde, mientras las aseguraba a sus soportes, capté por un instante la mirada fugaz de una de ellas, y supe, con certeza indemostrable, que no se trataba de suicidios.


Publicado en Cien Palabras
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La muñeca es una creación de Marina Bychkova.

Hartazgo - Olga A. de Linares


HARTAZGO
Olga A. de Linares

¿Hasta cuándo este calvario? Muy bonito esto de la magia, muy creativo, sí, ¡pero tiene sus bemoles, no crean! Sobre todo si uno cayó en manos de una narcisista obsesiva como esta... Yo, que podría dar respuestas a todo, estoy obligado a contestar una sola pregunta, siempre la misma, sí, como lo escuchan, todos los días de la semana... ¡No, qué franco ni franco, estamos en el feudalismo todavía, y falta un rato largo para lo de las conquistas sociales...!
Pero esto acaba con la paciencia (y el azogue) de cualquiera...
¿No les dije? ¡Ahí viene la bruja y su famosa preguntita! ¡Sí, sí, ya voy...!
“¡Espejito, dime hoy / si la más hermosa soy!”

Última batalla – Sergio Gaut vel Hartman


ÚLTIMA BATALLA
Sergio Gaut vel Hartman

Como todo el mundo sabe, la primera batalla de la Historia se libró en Megido el 9 de mayo de 1457 a. C. El encuentro terminó con la victoria de Tutmosis III y los cananeos del rey de Kadesh fueron masacrados. No obstante, aunque esa victoria garantizaba la dominación egipcia en Palestina, el horror de la matanza produjo tal impacto en el ánimo del faraón que perdonó y colmó de honores al jefe de la revuelta, desposó a su hija y proclamó que algo como aquello jamás debería volver a ocurrir, que la vida es un don de los dioses y que la mano humana no debe segarla. Y así ha sido desde entonces.

El gesto de la muerte - Jean Cocteau


EL GESTO DE LA MUERTE
Jean Cocteau

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
—Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
—No fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.