Como todas las mañanas, el niño descubrió que su castillo de arena había sido destruido por las olas.
Tras apretar los puños, tragarse las lágrimas y morderse los labios, dirigió una mirada de odio al agua que ya le lamía sus pies y juró defender como fuera la que iba a ser su obra definitiva.
Esa noche nadie le sintió salir del apartamento donde pasaba las vacaciones junto a su familia, nadie fue testigo de la desigual batalla de un niño armado con una espada de juguete luchando contra el mar, nadie lo vio.
Lo cierto es que nadie volvería a verlo, nunca.
Tomado del blog
Microrrelatos al por mayor
3 comentarios:
Se tendría que haber enfrentado con su imaginación...y ganaba...
muy bueno...
Me encantó Luisa! Saludos!
Me alegro que os gustase.
En cuanto a tí, Claudia, ¿estás en todas partes?
Un beso.
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