Como cada noche, recurría a la tradicional cuenta de ovejas para tratar de conciliar el sueño.
Parecía funcionar, y cuando llevaba contados un buen número de animales que saltaban la valla para entrar al redil, el sueño comenzaba a apoderarse de él.
Entonces surgía la imagen de siempre: una oveja negra se negaba a saltar y se salía del grupo. De ninguna manera lograba reconducirla.
Esta escena le hacía recordar que él era el miembro menos deseable y respetado de su familia. Y esa era, precisamente, la causa de sus desvelos.
La cuenta volvía a comenzar, en otra noche más de insoportable insomnio.
2 comentarios:
Yo por eso chupo whisky antes de dormir: así las ovejas se deshacen en alcohol...
muy bueno Javi...
Jajajaja Esteban... una buena estrategia para que llegue el sueño. Un abrazo!
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