Sarmiento entró a su despacho y no advirtió al animal oculto tras un paragüero. Sólo pensaba en la remodelación de la Casa de Gobierno. Se sentó a inspeccionar los planos. Al mediodía se dirigió a almorzar, dejando los pliegos abiertos. En cuanto se cerró la puerta, el felino se irguió en sus patas traseras y caminó con elegancia hasta el escritorio. Tomó una plumafuente y realizó algunas correcciones en la página. Ahora se leía, al lado de un tachón: “pintura rosa”. Satisfecha, la pantera saltó por la ventana y se fue caminando en silencio hacia el horizonte.
2 comentarios:
Ahhh... ¡Ahora lo tengo claro! Seguro que también habrá modificado las condiciones para entrar en ella... (en la rosada digo)
Excelente lo tuyo!
Por fin una explicación coherente y lógica... Hay que incluirla en la currícula docente, sin duda. Currícula, curro... ¿tendrán algo que ver con la locación del relato?
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