Aquel día erupcionó un volcán en mi jardín. Vino precedido de leves movimientos sísmicos hasta que se manifestó de forma violenta con una andanada de piroclastos, una columna de dos metros de cenizas y un pequeño hilo de lava que bajó por la rampa del garaje. Mi mujer ya estaba llamando al seguro de hogar cuando vi a un extraordinario hombrecito rubio que me miraba gravemente. Antes de irse, sólo me dijo: “Nunca se sabe lo que puede ocurrir”. Desde entonces, no he dejado de buscar baobabs por toda la casa.
Tomado de Hiperbreves, S.A.
Tomado de Hiperbreves, S.A.
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