—¿Así que usted piensa que la KGB está detrás de sus escritos? —el agente se reclinó en la poltrona y cruzó las piernas. Una delgada línea partió de uno de sus impecables zapatos, rodeó su cuerpo y se conectó con el perfil de la mesita del centro de la sala.
Escuché el débil zumbido dentro de mi cabeza, descodificando instrucciones.
—Sí —me limité a repetir, pero en ese momento el cuerpo del agente se plegó sobre sí mismo y fluyó por un agujerito corriéndose al rojo en un instante.
En la pared de enfrente las agujas del reloj comenzaron a girar más rápido y sentí la taquicardia.
Jane posó su manita sobre las mías y puso la botella de elixir de Ubique en mi mano. Tomé un buen sorbo. El mundo se detuvo y enseguida se volvió mucho más luminoso. Cerré los ojos, arrullado por una monótona voz interior.
3 comentarios:
muy bueno y bien escrito...
Gran texto, en tamaño pequeño.
Desconcertante. Me gustò.
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