—Hijo mío. —El primogénito prestó atención; su padre estaba pronunciando las últimas palabras en el lecho de muerte—. La vida se ha hecho para ser vivida; lo importante no es evitar gastos de dinero sino saber generarlo. Debes darte los gustos, paladear los placeres. Sé emprendedor y verás que la fortuna te sonríe. No te detengas ante nada; sé feliz.
—Entiendo, padre; gracias por el consejo. —Y sin perder un segundo, el hijo llamó por teléfono a un estudiante de medicina y vendió al futuro cadáver en quinientas coronas.
Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman
1 comentario:
¿Sólo negocio, o un acto de amor y obediencia paterna?
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