El hombre espera. Frente a la computadora toma una decisión. Algunos dirán: "la decisión". Para ponerle un nombre llama, a la decisión, "huelga de hambre".
—¿Por qué? —pregunta la gente.
—No insistan —responde—, decisión tomada.
—¿A partir de cuando? —lo interrogan.
—Desde ahora —contesta el hombre.
—¿Y que espera? —le dicen.
Él los mira, sabiendo lo inútil de la respuesta y contesta: —Letras, solo letras.
—¿Letras? —interrogan sorprendidos.
—Sí, letras, capítulos, historias. Hasta que no lleguen seguirá la huelga. Ese es mi alimento.
El florista de la esquina codea a un hombre de anteojos que se había sumado al interrogatorio.
—Lo conozco —dice—, está medio loco. Es psicólogo; asegura que hasta que no le manden nuevos capítulos corregidos no se va a mover de la compu. Que abandona todo, los pacientes, la mujer, el teatro, el tenis, todo, a la espera de los nuevos capítulos. Pobre tipo.
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