La corriente eléctrica se cortó en el instante preciso del asesinato. Luciano había empuñado el arma homicida y no vacilaría en disparar contra Elizabeta, la madre de Julia, una bruja que rezumaba odio hacia todo el mundo, y especialmente hacia él. Carlos maldijo por lo bajo; deseaba que Luciano consumara el acto como una especie de reivindicación simétrica, metáfora de la situación que vivía con su propia suegra, Samantha, la madre de Alma, su esposa adorada, una víctima indiscutible de la vieja arpía. Si no se hubiera cortado la luz, si Luciano hubiera podido disparar… —¡Querido yerno! —dijo Samantha desde algún punto indeterminado de la sala—. A la ocasión la pintan calva, ¿verdad? Pero en la realidad, a diferencia de la ficción, los malos podemos ganar. El disparo sonó antes de que Carlos pudiera articular una respuesta.
1 comentario:
Los malos, después de todo, tienen derecho a ganar...
Muy bueno Sergio y muy buena la ilustración...
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