Desde hacía muchos años disfrutaba de su construcción, de ir añadiendo día a día pequeños y sutiles detalles.
Recordaba haberlo hecho desde siempre, desde niña, desde hacía más o menos 30 años.
Sin embargo, en cuanto esa cifra surgió en su mente, su peso hizo que las murallas empezasen a ceder, que las almenas se desplomasen, que el foso se llenase y que los torreones de derrumbasen.
Todos los castillos, sus castillos, se vinieron abajo, se evaporaron, sin siquiera levantar una nube de polvo, sin que nadie lo notase, inundándole los ojos de lágrimas.
Ilustración de Guillermo Vidal
3 comentarios:
hermoso,me encantó, a mi me suele pasar lo mismo pero yo solo construyo bunkers...
¿Te escondes?
Huy, no sé si me lo creo.
A veces los castillos se nos caen en la cabeza con todo y cortesanos. Buenisimo y muy buena la ilustración.
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