El viejo blanco agitaba una bandera blanca. Débiles y pobres los dos: la bandera y el viejo. Desde el balcón de cañas de su precaria casa sobre el Paraná de las Palmas y el río Carapachay, el viejo pobre y débil tenía, al menos, dos ríos para él. Y el cielo abierto. Total, pleno.
Tenía las estrellas del Delta, el viejo. El sol y la luna.
No importaba la pobre bandera, ni su propia pobreza. El viejo tenía la bandera, el río. Y el cielo. También, la juventud apoltronada sobre los huesos. La vida vivida.
Lo saludé con la mano cuando pasé con mi canoa. A él no le importó. Siguió agitando de cara al río, su bandera de esperanza.
Acerca de la autora:
Diana Sánchez
2 comentarios:
Muy bonita historia, Diana. Sencilla y emotiva.
Felicidades.
Síntetico y potente. Gran estilo poético.
Dan ganas de leer más y más relatos como éste.
Publicar un comentario