Cegado como estaba, no he sabido calcular las proporciones. Me he excedido con las lágrimas de búho y he añadido poca mandrágora al final, por si a ella no le gustaba. Además, he usado la sangre de una joven de cabellos pajizos, sin haber comprobado antes su virginidad. Alentado por la impaciencia —debía conseguir su amor cuanto antes— tampoco he dejado reposar el brebaje durante dos lunas, como indicaba el viejo pergamino. Así pues, es lógico que haya muerto intoxicada a los cinco minutos de haberlo ingerido, mezclado con disimulo en el vino espumoso de la cena. Como también es lógico que deje este sabor tan desagradable, tan áspero, en el paladar.
Tomado de
Realidades para Lelos
4 comentarios:
Muy bueno, Víctor, lo del sabor amargo me suena... ¿ReCciclado?
Un abrazo
Pues no, Anita, no es ReCciclado. Hace un montón que lo escribí. Y me alegra que te gustara. Un abrazo.
Víctor, a ver si pasás bien la receta. Conozco quien la necesita, ja ja
Abrazos
Me gustó mucho.
Un placer leerlo-gracias
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