Lo llamaban don Paz, y era el linyera deforme del barrio.
Todo barrio tiene su linyera. Uno que no asusta, que ni siquiera provoca lástima. Sólo una simpatía mayor que la que se tiene por los perros callejeros. En Caraza, ese era don Paz. Todos lo querían, aunque siempre desvariase como mamado: contaba una y otra vez cómo había logrado escapar de cierto laboratorio orbital, en una nave que se había estrellado detrás de la estación de Fiorito. Pero nunca se le sintió olor a vino.
Los andrajos no lograban disimular su joroba simétrica. La melena hirsuta no impedía que sus ojos saltones reflejasen la inconfundible herida del rechazo.
Cuando desapareció, todos se afligieron. Hasta había aprendido a cortar el pasto a cambio de comida.
4 comentarios:
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..."la herida del rechazo"... en esa frase esta dicho todo...
Saludos
Me pareció sencillamente excelente.
JMA Valetodo
coincido...excelente...
Muchas gracias a los tres: Alhami (!qué lindo nombre virtual!), JM y Titán (que me elogia todo, je). Lo gracioso del cuentajo es que don Paz existió en Villa Caraza, mi barrio de la infancia; sólo que el real sí olía a vino, todo el tiempo. El dolor por su muerte en el barrio fue intenso, lo que intenté transmitir a través del cuento. Saludos ;-)
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