Vincent van Gogh se cortó la oreja. Quería mandársela a Marilyn Monroe, pero no sabía cómo hacerlo.
No podía permitirse el mandarla personalmente. No tenían amigos en común. Y si se la mandaba él al estudio de filmación, una mujer fornida en un traje de tweed seguramente la tiraría a la basura.
¿Correría el riesgo de confiársela a Railway Express? ¿A United Parcel Service? ¿A Brink's?
La oreja de Vincent van Gogh era su amor. Incapaz de enviarla a través de canales normales, fue al campo de trigo y la mandó por cuervo.
4 comentarios:
Una delicia los cuentos de Robbins y un lujo para nuestros blogs...
¿Una delicia?
No era para comer la oreja, Sergio.
E, se o corvo se chamasse Sergio?
É mesmo uma boa história mas creio que o corvo a entregou a Gauguin!
estupendo
Publicar un comentario