domingo, 31 de mayo de 2009

Jobis 1 – Sergio Gaut vel Hartman


Adquirí el nocivo hábito de escuchar con gran atención las conversaciones ajenas, hasta el punto de que esa vigilia, ese tiempo robado al sueño, se convirtió en mi hora preferida de la jornada. Y lo hice con tal empeño que, en la quietud de la noche, junto a la puerta entornada de la sala, cuando aquella familia desangraba sus reproches y se mortificaba con purulentas acusaciones, mis antenas crecían tres o cuatro metros y llegaban a hacerles cosquillas en los tobillos desnudos, lo que elevaba el nivel de la irritación por encima de los límites tolerables. Dejé de hacerlo cuando el mayor de los hermanos mató a la abuela. No tenía sentido poner el peligro la diversión y verme obligado a buscar otra familia.

No hay comentarios: