jueves, 7 de mayo de 2009

El violin- Héctor Ranea


Vio ese violín en una venta de muebles viejos de su país. Tenía en la caverna una etiqueta que mentía un Luthier famoso. Chancearon con el vendedor sobre eso y lo olvidó. Años después, en una venta de garaje en un pueblo del Lejano Oeste, vuelve a encontrarlo, diez años más viejo, con la misma mentira a cuestas sólo que catorce mil kilómetros más lejos. El dueño descubre su interés y se acerca para decirle que lo ha hecho sonar; si fuera de ese Luthier lo habría hecho en un tiempo de ira. Compra el violín por un precio irrisorio aún para uno falso.
En su casa logra, con paciencia y al cabo de unas horas, despegar la etiqueta que es, en realidad, una carta que al dorso reza: no soy el violín que viste, soy su falso hermano.

2 comentarios:

Alejandro Ramírez Giraldo dijo...

¡Buenísimo!

Ogui dijo...

Gracias! Por cualquier cosa, si te interesa, vendo el violín, porque me trae malos recuerdos... No, es broma!