Vio ese violín en una venta de muebles viejos de su país. Tenía en la caverna una etiqueta que mentía un Luthier famoso. Chancearon con el vendedor sobre eso y lo olvidó. Años después, en una venta de garaje en un pueblo del Lejano Oeste, vuelve a encontrarlo, diez años más viejo, con la misma mentira a cuestas sólo que catorce mil kilómetros más lejos. El dueño descubre su interés y se acerca para decirle que lo ha hecho sonar; si fuera de ese Luthier lo habría hecho en un tiempo de ira. Compra el violín por un precio irrisorio aún para uno falso.
En su casa logra, con paciencia y al cabo de unas horas, despegar la etiqueta que es, en realidad, una carta que al dorso reza: no soy el violín que viste, soy su falso hermano.
En su casa logra, con paciencia y al cabo de unas horas, despegar la etiqueta que es, en realidad, una carta que al dorso reza: no soy el violín que viste, soy su falso hermano.
2 comentarios:
¡Buenísimo!
Gracias! Por cualquier cosa, si te interesa, vendo el violín, porque me trae malos recuerdos... No, es broma!
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