Conozco a un hombre que se suicidó para causarle remordimientos a una mujer de modo que ésta, tarde o temprano, lo siguiera por los caminos de la eternidad.
Entiendo que el método no funcionó. Un par de meses después la mujer se casó con un próspero comerciante y tuvo dos hijos. Con el tiempo se divorció y volvió a casarse. Ahora dirige un colegio privado de la zona sur.
Un día, al pasar, le hablé del muerto. Lo recordaba —es cierto— tal como se recuerda un expediente, una boleta impaga o las gotas que de noche hay que poner en el oído del perro.
Entiendo que el método no funcionó. Un par de meses después la mujer se casó con un próspero comerciante y tuvo dos hijos. Con el tiempo se divorció y volvió a casarse. Ahora dirige un colegio privado de la zona sur.
Un día, al pasar, le hablé del muerto. Lo recordaba —es cierto— tal como se recuerda un expediente, una boleta impaga o las gotas que de noche hay que poner en el oído del perro.
1 comentario:
Un cuento espectacular.
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