BORGES Y EL SEÑOR DE LOS INFIERNOS
Gerardo Horacio Porcayo
Nada correspondía a las descripciones de Dante o Milton pero su esencia era innegable.
—¿Por qué se me condena? —preguntó Borges, cargado de cadenas, frente al Oscuro Trono.
La cornada, evanescente figura; cabizbaja, sin triunfalismos, al fin concedió:
—Por ser el engendrador de la pereza narrativa. Por tu aberrante fábrica de ensayos sobre novelas inexistentes. Por no escribirlas. Por contribuir, en pocas palabras, al nacimiento de esa nueva especie literaria. Por ser el padre virtual del minicuento.
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