UNO CADA DIEZ
David Callón González
Rotundo, el profesor Sergio le informó a Gonzalo Dávila que no publicaría un cuento suyo cada diez; que la norma era repetir autor cada treinta cuentos; que él era una, no dos personas. El prolífico Gonzalo sintió menospreciado su enorme talento y, rojo de ira, vomitó sus más terribles improperios. Pero sus gritos fueron mudos. Su boca sólo gesticulaba como un mimo. Ante el patético espectáculo, el profesor Sergio se retiró esbozando una sonrisa de triunfo.
Cuando la boca del frustrado Gonzalo se detuvo, empezó a planear el suicidio o el asesinato. Pero al bajar la vista vio a sus pies un cuerpo muy parecido al suyo.
—¿Quién eres? —le preguntó Gonzalo.
—Soy David Callón González, y he nacido de tus gritos mudos.
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