EGO
Libia Brenda Castro
Jugamos al demiurgo fijamente, creando pequeños seres de palabras. “Escribo que escribo”: en eso radica nuestra valía, nuestro tesoro, allí se reflejan nuestros sueños inconfesables, viven nuestras esperanzas. Pero también, inevitablemente y con soberbia, toman forma los demonios y las pesadillas. Por esa razón nos atormentamos, nos mordemos la lengua, escupimos. Acabamos por resignarnos y entonces, convencidos de que no hay otro remedio, convocamos al dios de la tinta y el papel. Acallamos las otras voces y deseamos que la nuestra, única, resuene por encima de todas las demás.
Y somos todo el mundo, todas las voces, todos los seres, todas las palabras. Así todo cobra sentido y nos decimos, bajito: “sí, soy un pequeño dios que juega a crear, cada mañana, un mundo nuevo”.
Ilustración de Dianne Johnson
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