SACRIFICIO
José Luis Zárate
Pienso, luego soy. Sólo que era distinto a su pensamiento. Recordaba sus manitas. Pero los chivos no tienen manos. Tenía memoria de una pequeña vida que no era la suya. Un milagro. Se hablaba siempre de prodigios y maravillas de Dios. El que Siempre Ve Cumplida Su Voluntad.
Era parte de los rebaños de Abraham y El Señor le pidió que sacrificara a su hijo.
Soy yo, pensó, sorprendido el animal cuando vio al niño. Trató de detenerlo pero quedó enredado entre espinas. Fue entonces cuando el ángel detuvo el brazo asesino, cuando señalo al animal y dijo: sacrifícalo en su lugar, fue entonces cuando comprendió que, hiciera lo que hiciera, ese día Abraham iba a derramar la sangre de su hijo.
Grande es El Señor.
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