MONSTRUO DE FERIA
David Vivancos Allepuz
Hacía poco más de dos meses que la Dirección General Penitenciaria me había vendido, con arreglo a la recién dispuesta Ley de Exhibición y Manutención de Reclusos Peligrosos. El contrato establecía que, tras el primer pago, el Estado autorizaba la exhibición en la feria del asesino de las seis viejecitas. En la jaula contigua, un enano vicioso con unos genitales desproporcionados me asqueaba con sus proposiciones repulsivas. Algo más allá, el niño cocodrilo. Un hombre sin brazos ni piernas aseguraba leer el futuro. Dejé de escarbar distraídamente en la paja y clavé los ojos en el homúnculo, que lamía los barrotes mirándome libidinoso. Cuando se encontraron nuestras miradas, mis remotas esperanzas de indulto se desvanecieron para siempre. Supimos que era hombre muerto. Enano muerto.
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