CATEDRALES ILUSTRADAS
Héctor Ranea
Fulcanelli escribe, al borde de la tumba del Conde de Montparnasse (1850-1918), una de sus más bellas estrofas: la descripción de “El Alquimista” de Notre Dame de París. El viento hace caer la estilográfica al fondo de la tumba. Al buscarla encuentra un grafismo pequeño en la tumba que representa al Alquimista cuya descripción había emprendido. Intrigado, hurga en la historia del Conde y encuentra que nunca hubo tal Conde. Abre esa tumba y encuentra dentro sólo una réplica de El Alquimista, con un caligrama de Apollinaire en la palma de la mano. Fulcanelli reconoció entonces, que la cara de su amigo Guillaume era la del Alquimista de la Catedral.
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