DESVARÍO
Olga A. de Linares
Igual que Ulises, se hizo atar de modo que le fuera imposible entregarse al canto de las sirenas.
Como él, luchó por zafar de sus ataduras mientras las voces dolorosamente bellas lo llamaban.
Y él tampoco pudo lograrlo.
Tal como la nave griega, también la suya se alejó, poco a poco, de aquél sonido sublime, hasta que solo fue un deseo anclado en la memoria.
A diferencia de su insensible predecesor, vuelto a Itaca y a los pacientes brazos de Penélope, él, desesperado, vaga desde entonces por un vasto océano silencioso, buscando reencontrar aquella música.
2 comentarios:
Cielo santo, vaya que Ulises está de moda en mi vida. Cualquier cosa me recuerda ese puerto y ver salir de la tierra natal, el barco que zarpó con mi amado Ulises… el cual quiso (tal vez por gusto, tal vez por vergüenza) quedarse con las sirenas y no volver a Ítaca.
Mmm sirenas que traen la muerte, esa es vieja… pero qué hay de las sirenas sacrificadas por el amor, a caso sólo están en la mente de Andersen?... ... ...
Saludos
Siempre se busca el sueño imposible...
Excelente cuento!
Pato
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