EL INFIERNO ESTÁ ENCANTADOR
Saurio
—A ver si me explico —Satanás le dio un trago a su daikiri—. Un día me cansé de soportar los caprichos de ese egomaníaco bipolar, pateé el tablero y me vine para acá. ¿A usted le parece que me voy a hacer cargo de castigar a los que desobedecen las reglas de ese imbécil? ¡Por favor! ¡No tiene vergüenza! ¿Quién se creé que es? ¿Maradona? ¿Clapton? Sacudió su cabeza de un lado a otro, mordiéndose el labio inferior—. ¿Sabe qué? A veces creo que soy adoptado… No puede ser que ese creído y yo hayamos sido paridos por la misma madre…
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