lunes, 21 de julio de 2008

Eleya – Ricardo Germán Giorno


Una es una señora viejísima, que se niega a envejecer.
—Hace unos minutos llegué incluso a pensar decirle que todo podría ser igual, que no le voy a pedir cuentas y que él puede hacer lo que quiera, pero que me permitiese seguir siendo yo.
El otro roza los noventa. Se sabe culpable.
—Parece que no hay nada que me alegre, está esa sensación en mi cabeza, como si mi existencia hiciese alguna diferencia. ¿Qué tengo de especial, qué rayos he hecho con mi vida?
A plena luz del día los dos se niegan. Es de noche cuando nuestros sueños se confunden y nos damos cuenta: los lados de una moneda que nunca alcanzamos.

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