HUMO
Olga A. de Linares
—Él te está fumando a vos —le decía yo siempre.
Pero él no me hacía caso, y seguía prendido al pucho, igual que si fuera la teta de la vieja cuando era un crío.
De todos modos, yo tampoco me esperaba esto, pienso, mientras miro la sopa que se enfría, y en la que flota un poco de ceniza, que no sé si es del cigarrillo o del hombre que se hizo humo frente a mis ojos.
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