LA 61
Héctor Ranea
A la vera del Poudre, cerca de una piedra negra enorme, hay un cartel que indica cómo llegar a la 61. En Colorado la 61 es apenas reconocible. Se percata uno de estar en ella por el ruido que hacen las máquinas tragamonedas que instaló el jugador desubicado, quien todavía vive anclado ahí y quiere la guerra. Llegué casi exhausto para vender el cuchillo que yo hubiera usado en el Sacrificio de Isaac. Me descubrió un matrimonio de policías y me pidieron la tarjeta verde antes de ponerle precio al instrumento. Usted entenderá, después de matarlos tuve que rajar de ahí, pero dejé sus cuerpos bien ocultos en el basural de la Autopista 61.
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