lunes, 21 de julio de 2008

La justicia persiguiendo el crimen - Roland Topor


LA JUSTICIA PERSIGUIENDO EL CRIMEN
Roland Topor

El Ojo miraba a Caín.
Lo veía mal. El Ojo comenzaba a hacerse viejo y su visión disminuía. Lagrimeaba. Las lágrimas deformaban grotescamente la silueta borrosa de Caín. Presa de pánico, el asesino huyó. El Ojo, fiel a la misión encomendada, le perseguía sin descanso. Para escapar, el desgraciado se refugió en la muerte. Pero el Ojo estaba en la tumba y miraba a Caín, al que distinguía cada vez más difícilmente. El Ojo parpadeó varias veces. Después, como esto resultara inútil, se acercó. Más cerca. Lo más cerca posible.
—¡Oh, no! — gimió el Ojo.
No era a Caín a quien estaba mirando. Era a Abel.

De Acostarse con la reina y otras delicias.

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