LO QUE APARECE Y DESAPARECE
Diego Zanetti
Promediando el domingo intuyó que una sombra le sonreía. No pudo asumirlo. También presintió a un hombre transformándose en piedra y a unos niños pescando un monstruo en la fuente de la plaza. Fingió no verlos. Luego, escuchó el pronóstico y pensó en el paraguas. Planificó el lunes.
Abrió la puerta y pronunció un sitio. Quiso preguntarle al taxista si veía en sus ojos una sombra alegre, al hombre de piedra o al monstruo de la fuente. No supo cómo hacerlo. Le pagó, cerró la puerta, caminó hacia la plaza y sacó el paraguas. Sentado en un banco, esperó al cireneo que tenía que devolverle su infancia o, al menos, la visión.
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