PELIGROSOS
Olga A. de Linares
—Señor Presidente —dijo el de la CIA. Detrás de él, amontonados, los representantes de todos los organismos de seguridad estatal—. Deberíamos tomar medidas contra cierto movimiento detectado en el hemisferio sur.
—¡Lo sabía! ¡Lula no es un nombre confiable!
—Más abajo, señor. En Buenos Aires. Ahí están los cabecillas de este asunto impuro... Aunque tienen secuaces en todo el mundo
—¿Es ese bendito matrimonio, no?
—No, estos no están casados. No entre ellos, al menos. El jefe es uno de apellido complicado, el segundo responde al apodo de Saurio. ¡Fanáticos de la química! ¡En un solo movimiento, volatilizaron cinco estrellas! ¡¿Y si hacen lo mismo con las de nuestra bandera, Señor Presidente?!
—¡Mandémosles ya mismo la flota!
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