POR LAS VÍCTIMAS
Olga A. de Linares
Parecía esperarlo. Pequeña, frágil, hermosa como la ilustración de un viejo libro de cuentos. Sola. Sentada en su portal, en la oscuridad.
Miró hacia ambos lados de la calle. Nadie.
Sonriendo, avanzó hacia la presa.
Ella alzó los ojos y lo miró, sin temor alguno. Sintió un escalofrío. Había algo en esa mirada que...
¡Tonterías!
Era solo una mocosa, una más para su lista.
Abrió la puerta preguntándole si estaba perdida, si quería pasar para llamar a sus padres. La niña, las manos en los bolsillos, lo siguió.
Él le dio la espalda un segundo.
Ella, entonces, le clavó la cuchilla.
Mientras caía creyó ver fluctuar sobre el menudo rostro todos los anteriores, esos que sus manos habían marchitado.
Y después, la oscuridad.
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