SUBURBIOS
David Callón González
Nos internamos en el Bajo Sirte, recorriendo las callejuelas con infinita prudencia. Edgar lamentaba la pérdida de su móvil, pero Bernal lo consoló asegurándole que Dyrbubar tendría que pagar una cuenta astronómica. El profesor Sergio comenzó a reírse con socarronería argentina, tan típica. Seguramente estaba pensando algo feo de los mexicanos. En ese mismo momento tropezamos con Zárate y Porcayo que jugaban a los dados.
—¿Qué están haciendo, par de iguanas? —Bernal había pasado de cero a cien en medio segundo—. ¿Pensaron en el honor de la patria?
Los escritores miraron a Bernal como quien sabe que no va a llover —en Marte jamás llueve— y los dados rodaron.
—Triple uno —dijo Porcayo—. ¡Estás frito!
Jamás pensé que un Zárate frito sería tan sabroso.
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