ALTAMAR
Libia Brenda Castro
El capitán era conocido por sus métodos temerarios de viaje, pero amarrar a la tripulación entera era demasiado. La cera únicamente amortiguaba el sonido sin ahogarlo del todo. Cuando el canto llegó a nuestros oídos nos arrancamos la ropa, luego esa sed invadió nuestros cuerpos. Después vimos la isla: poblada por hermosos seres que nos llamaban desesperadamente. Recurrimos a la última gota de fortaleza y nos quedamos en el barco, llorando. Pero el capitán... En cuanto empezó el canto se desnudó, luego oímos un rugido como de bestia de la selva y él se hundió en el mar. Lo vimos nadar rumbo al espejismo.
El contramaestre tomó su lugar. Lo nombran Odiseo. Sé que es injusto, él administró los tarros de cera y, misteriosamente, faltaba uno.
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