COMETA 3
Héctor Ranea
García se asomó a la ventana y la ciudad había desaparecido allá a lo lejos. El humo se levantaba más arriba que las más altas nubes. Sólo su barrio se había salvado. En lugar del centro quedaba un lago o un espejismo, vapor de agua y miles, miles de muertos. Cuando su casa dejó de temblar, salió y se encontró con los vecinos pasmados. Todos miraban hacia arriba para prevenirse de otro fenómeno semejante. El cielo se había derrumbado y el resultado no era menos aterrador que haberse muerto. García calculó la distancia al mar y cerró los ojos. La ola con forma de garganta profunda no tardó en llegar.
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