DESPECHO
Olga A. de Linares
No podían permitir semejante afrenta.
Nunca un hombre, un insignificante y pretencioso hombre, se había negado a sus deseos.
Siempre les había bastado abrir la boca para que ellos tuvieran en mente una sola cosa: entregárseles, gustosa y fatalmente. Sin excepciones. Hasta aquel día.
Anticipando su triunfo, se regocijaron al verlo aproximarse.
Pero... ¡qué amargura cuando se alejó, haciendo oídos sordos a sus reclamos!
Tomaron buena nota de su aspecto, su rostro astuto les quedó grabado a fuego. Apelando a las antipatías que había sabido despertar en algunos dioses, supieron cuál sería su camino de regreso. Él, claro, no podía adivinar que lo interceptarían.
Y esta vez no estaría atado.
Esta vez sería incapaz de resistir su canto.
Esta vez, ellas cambiarían la historia.
1 comentario:
Está excelente, profundo, aunque un poco débil el final, me lo imaginé con más ímpetu.
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