GANARSE EL SUEÑO
Nicolás Pili
Una pastilla recetada, no por eso menos amarga y decepcionante; apoyada sobre la baranda del balcón simulaba un equilibrio cuerdo-suicida que no merecía. Benjamín la tomó entre sus dedos, la examinó unos segundos y la engulló con el fondo de té que quedaba en su taza. Tosió un par de veces, y decidió volver a la cama. El zumbido de la heladera y las luces titilantes del resto de los electrodomésticos anunciaban que había vuelto la electricidad. Benjamín apagó las velas, se metió vestido en la cama, programó el despertador, cerró los ojos, y se durmió.
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