MUERTE DE IVÁN ILICH
David Vivancos Allepuz
El criado corrió hasta la habitación de su amo alertado por los gritos. Con la
mirada perdida en alguna parte del cuarto, Tolstoi respiraba agitado sentado en su lecho. Por tercera noche consecutiva Iván Ilich le había sorprendido durante el sueño, se le había echado encima, sus dedos como garfios habían apretado desesperadamente el cuello del escritor mientras le reprochaba enloquecido la crueldad de su enfermedad, el dolor insufrible, angustioso, el desconsuelo, la impotencia ante la muerte inevitable, la indiferencia de sus seres queridos.
Todavía consternado, Tolstoi pidió su batín y se sentó delante del escritorio
dispuesto a poner fin al padecimiento de Iván Ilich. El reloj marcaba las tres
de la madrugada.
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