SAMBA
Héctor Ranea
—¡Estos Pylons me tienen repodrido! —dijo Waldo—. ¡Vinimos a escuchar a María Creuza, no a ellos gritando como energúmenos! —En efecto, en el Bar Vinicius esos humanoides celebraban vaya a saber uno qué negocio y no dejaban oír a María cantando los sambas de Vinicius.
Entonces se acercó a ellos, les pidió que dejaran de beber agua pues les hacía desafinar. Los jóvenes comprendieron, pidieron perdón a la audiencia e invitaron incluso a Waldo a quedarse con ellos pero él, conociendo sus instintos sexuales, prefirió excusarse. Volvió con sus ocho brazos llenos de agua para nosotros. El fantasma de Vinicius estuvo hasta la madrugada. Ipanema nos recibió, fresca y tranquila y pudimos regresar al mar, tan contentos.
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