SIN POZO
Héctor Ranea
Sintió una puntada dolorosísima en su costado. El hígado ya empezaba a digerir de otra manera. El dolor de cabeza con el que todo había comenzado era ya para desmayarse, pero seguía sufriendo. Poco a poco, la imagen inicial de que algo dentro de él estaba queriendo salir, se hizo más patente. Finalmente, luego de roturas de músculos y piel, surgió de él un ser humano, aunque más bien parecía que él se había transformado, de nuevo, en un varón y, como otras veces, estaba al lado de una joven ser humano, una mujer.
—La próxima vez que vea venir una mujer, juro que me rajo —prometió el sapo.
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