ÍTACA
Liliana Savoia
Rogó que el viaje no fuera un fracaso; ya había dejado atrás la cólera de los vientos de Estocolmo. Revisó su itinerario cuidadosamente, pero preso de una extraña alucinación vio que lo perseguían lestrigones y cíclopes. Despertó empapado y aterido, estrujando el mapa entre sus huesudas manos; Penélope lo esperaba en la estación de Ítaca, mientras él se retorcía rabiosamente entre los hilos de su biografía. En vano trató de ahuyentar la pesadilla. ¿Cómo le diría que ya no era quién ella esperaba? Descartó esos pensamientos y deseó que el viaje durara muchos años, que al llegar, fuera viejo y que Penélope, sin conocerlo, lo tratara como un extraño
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