LOS LOBOS TAMBIEN SABEN ASAR CERDOS
Alejandro Bentivoglio
Las ratas se detuvieron. El flautista vaciló. Por un momento, la única música que se escuchó fueron chillidos y el rumor del agua en el abismo.
Luego, alzadas en sus patas, las ratas soplaron y soplaron, hasta que el flautista cayó haciendo apenas un ruido sordo en la lejanía.
De
Dakota/memorias de una muñeca inflable.
1 comentario:
Muy buen final alternativo!
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